Los desarrolladores se han vuelto cada vez más audaces conforme intentan mantenernos conectados a nuestros teléfonos inteligentes
Recientemente
me he estado preguntando si podría vivir sin Google Maps. Creo que es
la única aplicación en mi teléfono que realmente echaría de menos si
reemplazara mi teléfono inteligente por uno “tonto” que sólo maneja
llamadas y mensajes.
¿Por qué estoy pensando en esto? Porque que
cada vez que intento leer un libro, termino usando mi teléfono en vez.
Me convenzo a mí misma que necesito buscar algo en el Internet y 30
minutos más tarde, estoy viendo Facebook o Twitter sin sentido del
tiempo ni propósito. Últimamente he estado apagando mi teléfono pero
entonces lo vuelvo a encender. He intentado esconder todas mis coloridas
aplicaciones en una carpeta, pero no ha funcionado. Sigo interrumpiendo
mis propios pensamientos para hacer algo que realmente no quiero hacer.
Esto no es accidental. Los desarrolladores se han vuelto cada vez más
audaces conforme intentan mantenernos conectados a nuestros teléfonos
inteligentes. Algunos de ellos hablan en términos de la adicción y la
psicología del comportamiento, aunque la mayoría prefiere usar el
término “tecnología persuasiva”. En sí misma, la tecnología persuasiva
no es una idea nueva; un académico llamado BJ Fogg ha estado dando
clases en un “laboratorio de tecnología persuasiva” en Stanford desde
fines de los años noventa. Pero a medida que la propiedad de teléfonos
inteligentes se ha disparado y han nacido los sitios de medios sociales,
la tecnología persuasiva ha ampliado enormemente su alcance.
Una
compañía llamada Dopamine Labs — que lleva el nombre del producto
químico que se libera en el centro de recompensa del cerebro — ofrece un
servicio a las empresas de tecnología que quieren “mantener
involucrados a los usuarios”. Fundada por dos neurocientíficos
convertidos en programadores, habla explícitamente sobre el uso de la
inteligencia artificial para modificar aplicaciones y liberar un poco de
dopamina para “sorprender y enganchar a cada usuario”. En otras
palabras, en caso de que no sea suficientemente aterrador: los robots
están tratando de alterar tu química cerebral para que pases más tiempo
haciendo algo que no quieres hacer.
Sin embargo, Dopamine Labs es una compañía interesante, porque
también ofrece un servicio de antídoto: una aplicación que intenta
ayudar a los usuarios a recuperar el control. El fundador Ramsay Brown
me dice que quiere que la gente entienda que “sus pensamientos y
sentimientos se están considerando como cosas que pueden ser controladas
y diseñadas”. Él piensa que deberíamos hablar más sobre el poder
persuasivo de las tecnologías que se están utilizando. “Creemos que
todos tienen derecho a la libertad cognitiva, y a desarrollar el tipo de
cerebro con el que quieren vivir”, dice.
Space, la aplicación de
Dopamine Labs, está inspirada en la idea de que la tecnología nos puede
ayudar a cambiar la forma en que la usamos, alentándonos a resistir la
tentación del teléfono inteligente y pasar nuestro tiempo en línea de
manera más productiva.
El sector de la tecnología ofrece dos
formas para ayudarnos a recuperar nuestro autocontrol. Space opta por el
enfoque “contemplativo”, pidiéndonos que respiremos lentamente durante
unos segundos antes de cargar una aplicación. La otra alternativa es
“parar en seco”, lo cual puede parecer atractivo, aunque tiene problemas
prácticos obvios.
El principal representante del movimiento de resistencia en contra de
las aplicaciones adictivas es Tristan Harris, el ex eticista del diseño
de Google. Él cree que los que realmente tienen el poder para cambiar
el sistema son los suministradores de hardware, no los diseñadores de
aplicaciones. En 2014, el Sr. Harris fundó el grupo “Time Well Spent”
(Tiempo bien empleado), que se dedica a promover prácticas de diseño
ético entre los desarrolladores. Cuando le pregunté sobre sus metas,
comenzó a hablar del “hackeo de nuestros cerebros”, lo cual parece una
exageración, hasta que recuerdas que existe una compañía llamada
Dopamine Labs.
Cualquier empresa de tecnología que depende de
ingresos publicitarios tiene el incentivo de mantener a sus usuarios en
línea el mayor tiempo posible, dice el Sr. Harris. Esto significa que
las aplicaciones están diseñadas específicamente para mantenernos
conectados a ellas. Apple, por el contrario, quiere vender teléfonos,
pero sus fuentes de ingresos no están tan rígidamente correlacionadas
con la cantidad de tiempo que sus clientes pasan en línea. El Sr. Harris
espera que compañías como Apple puedan usar su influencia para impulsar
la creación de aplicaciones más éticamente diseñadas.
Mientras
espero que Apple solucione este problema, me siento tentada a comprar
algo llamado “Light Phone”, un teléfono del tamaño de una tarjeta de
crédito que no hace absolutamente nada más que hacer y recibir llamadas.
¿Cuánto cuesta? US$150. Parece caro. Pero el sitio web de la compañía
es muy persuasivo...........Fuente:Diarioibre.com/Por Aime Williams
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