jueves, 10 de marzo de 2011

La coronela Campusano goza su misión de policía .


Ramón Urbáez
listindiario.com
Santo Domingo

La coronela Juana Francisca Campusano es una mujer de metas, que le pone alma y corazón a cuanto se propone.

Esta singular actitud, además de su recia formación moral y humana, probablemente sea la clave de su éxito y logros en la Policía Nacional, donde ingresó en 1980, hace 31 años.

Acaba de recibir dos reconocimientos, uno en Lawrence, Massachussets, y otro en Manhattan, Nueva York, de organizaciones dominicanas que se sumaron a las instituciones nacionales y extranjeras que han otorgado medallas y distinciones a esta destacada oficial de la Policía dominicana.

Son muchos los que en el país y el extrajero conocen de su labor como directora de la Oficina Policial de Equidad de Género, donde pone todo su empeño para que sus compañeras de armas, unas 4,200 en total, sean valoradas y se les reconozcan sus derechos, si no igual, por lo menos semejante al trato que reciben los hombres.

“La Policía ha experimentado grandes cambios en los últimos tiempos y las mujeres que pertenecemos a esta institución hemos llevado una lucha titánica para ocupar el espacio en que hoy nos encontramos, alcanzando rangos, posiciones y el respeto que merecemos, gracias a los buenos jefes que hemos tenido”, precisó.

Actualmente, la coronela Campusano es también directora del Museo de la Policía Nacional, establecido en la calle Isabel La Católica de la Zona Colonial. Fue la primera mujer rectora del Instituto Especializado de Estudios Superiores de la Institución.

El año pasado recibió la Medalla al Mérito, otorgada por el presidente Leonel Fernández, junto a un grupo de damas meritorias de todo el país que fueron galardonadas con ocasión del Día Internacional de la Mujer.

Plenitud de la vida
La Coronela Campusado se siente realizada y afirma que no hay mayor felicidad en el destino de un hombre o una mujer que hallarse en la plenitud de la vida, en sus años creadores y descubrir su propia misión. Mujeres de este género poco frecuente constituyen un gran beneficio no sólo para las instituciones a las que sirven, sino para la misma Patria y sus habitantes.

Nació en Manoguayabo, de padres campesinos, a finales de los años cincuenta, en una comunidad rural enclavada entre la capital, Santo Domingo, y el municipio San Cristóbal, hoy una pujante zona urbana con notoriedad inter- nacional por ser la tierra de nacimiento de Pedro Martínez, el lanzador de Grandes Ligas que ganó tres Cy Young en la década del noventa.

Campusano, madre de tres hijos, dice sentirse orgullosa de haber nacido en Manoguayabo.

Como respaldo a su afirmación, senala que aún vive allí, en la calle Central, donde creció junto a sus padres y sus ocho hermanos, tres de los cuales han seguido su prolífera carrera policial.

El penúltimo de ellos, el general Víctor Campusano Jiménez, es hoy subjefe de la Policía Nacional. “A ese lo llevé yo desde Manoguayabo a estudiar la carrera policial en la Academia de Hatillo, San Cristóbal, y como alumno aventajado y fiel, disciplinado en el servicio, ha alcanzado el puesto de subjefe”, anota con orgullo.

En ese momento entra el general Campusano al despacho que nos prestó para hacer la entrevista y, sin saber lo que su hermana acababa de contar, grita con mordacidad; “A esta recluta la traje yo a la Policía”.

Entonces todos, incluyendo a los dos hermanos, y yo, estallamos en risa.

Una familia humilde
“Soy hija de un camionero y una humilde ama de casa que trabajaron con tesón y honradez, únicamente para comer y educar a sus hijos”, dice Campusano, agregando que su carrera policial y la de sus hermanos son un ejemplo de que “cuando se quiere se llega, que solamente hay que ponerle alma y vida a lo que se busca y actuar de la manera más correcta posible”.

Todos siempre han vivido del sueldo que reciben en la Policía, que por muy escuálido que sea les da para comer, aunque no para educar como quisieran a sus hijos. Este ejemplo de los hermanos Campusano puede tomarse como una respuesta a quienes dicen, o quieren justificar, que hay agentes policiales que cometen actos deshonestos y delitos “porque alegamente no reciben buenos salarios”.

Dice que de su padre, Juan Campusano, y su madre, Juana Jiménez, los hermanos aprendieron a cumplir con el deber y a actuar con responsabilidad.

¿Usted fue la primera, qué le motivó ingresar a la Policía?.

“En realidad no lo había pensado antes, pero fue una tarde de marzo de 1980 que ví por televisión una promoción de la Policía que solicitaba el ingreso de jóvenes para el cuerpo femenino, y le dije a mi madre: “Eso voy a ser, policía”.

A las pocos días llegaba al entrenamiento en la sede policial, situada en la Leopoldo Navarro: Tres años despúes ya era cabo, y más adelante, al obtener una licenciatura en la Universidad O&M, automáticamente fue ascendida a segundo teniente.

Nació para servir
Desde su ingreso a la Policía, en 1980, la coronela Campusano se destacó por su capacidad de servicio y sus destrezas para los estudios y la superación personal.

“Mi vocación es servir y dar calidad de tiempo a las cosas que hago y que están bajo mi responsabilidad” “Desde que llegué a la Policía, supe que llegaría lejos, porque sentía en el corazón que debía servir con responsabilidad y patriotismo; por eso siempre busqué superarme y cumplir estrictamente mi deber”, indicó.

Hace poco, una colega periodista escribió: “Juana Francisca Campusano Jiménez: Una mujer que ha sido cultivadora de esperanzas y creadora de sueños, que no sólo ha enarbolado sus valores dentro de la Policía Nacional, ocupando posiciones importantes y alcanzando el rango de coronela, sino que, además, ha sido miembro activa de la sociedad civil, donde ha puesto de manifiesto su vocación de servicio y solidaridad humana”.

“Una mejor sociedad se consigue preservando e inculcando en los niños y jóvenes los valores morales, de la familia y de la patria. Si no fortalecemos la educación y la familia, nunca tendremos un mejor país”. Al terminar la entrevista, impresionado por la capacidad de esta mujer y su experiencia en más de 25 puestos desempeñados, se me ocurrió la pregunta: “Estará llegando la hora que en el país tengamos alguna vez a una mujer Jefa de la Policía.

SI VOLVIERA A NACER, SERÍA DE NUEVO POLICÍA
La propuesta de una Policía moderna, garantista de los derechos humanos y previsora del crimen y el delito común, demanda una mayor preparación y, en este sentido, la coronela Campusano ha sabido aprovechar todas las oportunidades posibles.

Sabe que el proceso de globalización facilita muchos canales de intercambios e interacción, pero que de por si no disminuyen los conflictos sociales, el crimen organizado, la violencia intrafamiliar y, básicamente, la violencia entre la juventud, hechos actualmente muy preocupantes en la sociedad dominicana.

Como si hubiera previsto 30 años antes los cambios que experimentaría el mundo de hoy, la jovencita Juana Francisca Campusano tenía como objetivo principal sus estudios universitarios y su preparación personal dentro de la institucion policial a la que acaba de ingresar.

A los pocos años obtuvo una licenciatura en Contabilidad, y poco después un diplomado en ciencias sociales en la UASD y otro en auditoría interna. Diplomada, además, en Educación, Derecho de Familia y Derechos Humanos y Seguridad Ciudadana, ha realizado estudios y entrenamiento sobre Adolescentes Infractores, liderazgo social, prevención de crímenes y delitos, relaciones humanas y comunicaciones, derecho internacional humanitario, medio ambiente, dignidad humana, violencia intrafamiliar, informática y técnicas de la información pública. Además, identificación de drogas y sustancias controladas, gerencia estratégica, mando y operaciones policiales.

“Si volviera a nacer, sería otra vez Policía, porque aquí he encontrado una excelente manera de servir a mi país, y trabajar por las mujeres que pertenecen al cuerpo”.

La coronela lamenta que algunos sectores sólo resalten lo negativo de la Policía, olvidando que la institución está llena de hombres y mujeres valerosos, que trabajan día y noche para mantener la seguridad y la paz colectiva.

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