domingo, 30 de octubre de 2011

Guerra de las drogas en México: Cada día es Día de los Muertos

Marjorie Miller | AP
México

Casi dos décadas después de que me fui de México, regresé en el Día de los Muertos, un festejo tan colorido como macabro, que se remonta a los tiempos de los aztecas pero que se celebra en el Día de Todos los Santos de los católicos.

En el Día de los Muertos las familias realizan picnics en los cementerios y decoran las tumbas de los seres queridos fallecidos con caléndulas, velas y calaveras de azúcar. La celebración de cada 2 de noviembre siempre fue una de mis favoritas, como le conté a un amigo que me recibió en el aeropuerto de la Ciudad de México en las mismas fechas del año pasado.

"Ahora todos los días son el Día de los Muertos", me respondió secamente. "Tenemos 40.000 días de muertos".

Mi amigo aludía a la cantidad de gente que se cree falleció desde que Felipe Calderón asumió la Presidencia y lanzó una ofensiva contra los carteles que trafican drogas. Mientras recorríamos una capital más moderna y próspera que la que dejé en 1993, me habló de un país en el que ha habido muchos avances pero que al mismo tiempo padece una barbarie.

Había más familias visitando más tumbas.

El México que yo dejé era gobernado todavía por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que detentó el poder casi 70 años mediante una mezcla de asignaciones de fondos con fines proselitistas y de fraude.

La retórica política era antiestadounidense. Todavía no se había firmado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, por lo que escaseaban los negocios extranjeros y los productos importados eran caros. Internet estaba apenas comenzando y la mayoría de los mexicanos se informaban a través de medios subsidiados por el gobierno que resaltaban las actividades del presidente y las obras públicas.

Ya operaban los cárteles de las drogas, que transportaban cocaína sudamericana y marihuana mexicana al norte para abastecer el voraz apetito de Estados Unidos por drogas ilegales. Sin duda, había violencia en la década de 1990.

El arzobispo de Guadalajara fue asesinado por barones de la droga en lo que fue catalogado como "un error" y también mataron a tiros al líder del PRI, Luis Donaldo Colosio, en un caso jamás aclarado. Las guerrillas del Ejército Zapatista surgieron en las selvas de Chiapas y exigieron que los mexicanos pobres y los indígenas reciban una parte justa de las riquezas de México.

México, no obstante, no era visto como un país particularmente violento por entonces. No se llevaba la cuenta de los muertos.

Hoy me encuentro con un país muy cambiado, que a veces parece estar volviendo al punto de partida. Elecciones limpias llevaron al gobierno al Partido Acción Nacional de Calderón hace una década, pero los mexicanos parecen encaminados a devolver el poder al PRI. Las encuestas le dan amplia ventaja al presunto candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, ex gobernador del Estado de México y quien todavía no ha formulado un programa presidencial, sobre todo en relación con la violencia de las drogas.

Igual que los aztecas y los españoles, los mexicanos modernos construyen sobre las ruinas de generaciones pasadas. Han sido derribados viejos edificios del Paseo de la Reforma en la capital. La Bolsa de Valores, que otrora sobresalía en el bulevar como un solitario cactus saguaro en el desierto, está rodeada ahora de grandes edificios que albergan bancos y hoteles internacionales.

Hay cafés Starbucks en muchas esquinas, reflejando la globalización de México. También es evidente la mexicanización del Starbucks local, que ofrece el típico Pan de Muerto.

Los políticos mexicanos son a veces abiertamente proestadounidenses y México es verdaderamente multinacional, al punto de que cuenta grandes tiendas e la cadena Costco y con concesionarias de Ferrari. Los platos esmaltados que usan tradicionalmente los pobres ya no son fabricados en el país sino que vienen de la China.

Por otro lado, México exporta más productos manufacturados que petróleo, al revés de lo que sucedía 20 años atrás, lo que es un signo de una economía más desarrollada.

El libre comercio de comestibles hizo que muchos agricultores se fuesen a las ciudades, donde hay una clase media visiblemente más grande, pero también llena de jóvenes "nini": que ni estudian ni trabajan y son susceptibles a terminar al servicio de los carteles de las drogas.

Los diarios son más profesionales y no dependen de la publicidad oficial. La cadena televisiva estatal Televisa sigue siendo la más popular en el campo, pero en las ciudades grandes hay disponibles canales de cable que ofrecen una cobertura noticiosa más punzante y crítica.

La televisión continúa mostrando voluptuosas mujeres ligeramente vestidas para dar el estado del tiempo y quienes parecen que hubieran parado en la estación de regreso de una fiesta. Se alternan con locutores en trajes negros que dan el parte de los muertos del día, como si estuviesen dando el estado del tiempo. Un diario tiene un nombre para esa cuenta macabra: el ejecutómetro.

A menudo se tiene la sensación de que la violencia es algo que sucede lejos de Ciudad de México. Se dice que los grandes capos quieren venir de compras y lavar su dinero aquí, y no desean atraer la atención de las autoridades, por lo que hacen sus ajustes de cuentas en otros sitios.

Mis amigos me preguntan si la capital es segura, y, como tantos políticos y la mayor parte de la gente de aquí, les digo que me siento a salvo porque las matanzas generalmente ocurren en otros lugares. Salimos a cenar, vamos al cine o al teatro. Los domingos no se permite el tránsito de automóviles en el Paseo de la Reforma, que es invadido por bicicletas, sobre todo en la primavera, cuando los árboles de jacaranda están floridos.

A pesar de todo, la violencia está presente. Aparece en las obras de arte, en películas e incluso en las novelas que se transmiten todas las noches por televisión.

Los mexicanos, siempre creativos con su vocabulario, hablan de narcomascotas (el pavo real) y de camisetas narcopolo (imitaciones de Ralph Lauren).

La violencia hace apariciones fantasmales en fiestas y reuniones familiares, donde a un comensal le faltan tres dedos, recuerdo de su secuestro y también de los tres mensajes que recibió su familia con demandas de rescate.

En una recepción navideña, el dueño de una cadena de salas de cine relata historias de extorsiones y del pistolero que siguió a su presa a un cine de Ciudad Juárez y esperó a que terminase la película para matarlo.

El México que tanto disfruté antes se encogió a la mitad si hablamos del territorio que ya no es considerado seguro: Los estados de Durango y Tamaulipas son sumamente peligrosos, lo mismo que la mayor parte de Michoacán.

En las ciudades de Monterrey y Guadalajara, en Acapulco y, más recientemente, en el puerto de Veracruz, las cosas no pintan bien y se están poniendo peor. Aparecen cadáveres colgando de puentes y camiones que arrojan decenas de cuerpos a la calle. Muchas de las víctimas han sido decapitadas y las cabezas son exhibidas como si fuesen trofeos aztecas... o golosinas del Día de los Muertos.

Los mexicanos tratan de adaptarse. En las carreteras de Zacatecas abundan los robos y secuestros, según informa en primera plana el diario Reforma. Ahora es mejor usar otras rutas. En lugar de planificar bodas en Acapulco, los pudientes lo hacen en la Ciudad de México. A veces se dice que la gente no votará por el partido en el poder sino por los otros, tal vez añorando los tiempos en que no había tanta violencia.

México es un país donde se producen muchos asesinatos en masa. Las atrocidades se suceden una a la vez o también por olas, y luego de las previsibles manifestaciones de condena e indignación, las cosas no cambian demasiado. Las matanzas pasan a ser una frase hecha: 72 migrantes que fueron asesinados en Tamaulipas o los 183 cadáveres excavados de fosas comunes allí mismo. Los 52 muertos en casino de Monterrey incendiado, los 35 cadáveres arrojados en Boca del Río, Veracruz, o las fosas clandestinas de Durango, donde fueron hallados más cadáveres que en Tamaulipas: 224.

El gobierno dice que la violencia obedece a que los miembros de los cárteles se están matando entre ellos mismos, pero las bajas de inocentes van en aumento y algunos mexicanos se preguntan si las autoridades no tendrán participación en algunos casos.

Ya pasaron 12 meses desde mi retorno y las caléndulas han florecido nuevamente. Se venden calaveras de azúcar y Pan de Muerto. Como anteriormente, compro esqueletos de papel para colgar durante las festividades, pero este año, igual que mi amigo que me recogió en el aeropuerto, pienso en los muertos y en las tumbas: otros 10.000, según la prensa.

Y por más que el Día de los Muertos se parezca a los del pasado, no se siente tanto ambiente de fiesta.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario